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Muy pocas personas en Estados Unidos confían en los principales medios de comunicación. Esto es confirmado por una encuesta publicada este julio por la importante organización Gallup, que encontró que solo el 11% de los norteamericanos confía en las noticias de televisión y el 16% tiene confianza en los periódicos.
Es bastante fácil entender por qué. El aparato mediático estadounidense ha demostrado repetidamente durante décadas que es poco confiable y altamente politizado.
La traición de los medios corporativos ha sido especialmente clara en las historias demostrablemente falsas que difundieron para tratar de justificar las guerras estadounidenses en Vietnam, Irak, Afganistán, Libia y Siria.
Este vergonzoso legado continúa hoy, en la guerra subsidiaria que Washington está librando contra Rusia a través de Ucrania. La prensa ha difundido noticias falsas absurdas como una forma de guerra la información de Estados Unidos.
La CIA toca los medios de comunicación como un instrumento musical
Un cofundador de la CIA, Frank Wisner, se refirió a los medios de comunicación como un “poderoso wurlitzer“, un tipo de instrumento musical. Se jactó de que la agencia de espionaje de EEUU tenía tantos activos en las salas de redacción de todo el mundo que Washington podía jugar con la prensa como un músico, para manipular la opinión pública.
Malcolm X, el líder revolucionario nacionalista negro de EEUU quien fue asesinado en una operación respaldada por las agencias policiales, reconoció el poder de los medios norteamericanos en la década de 1960. Advirtió: “Los medios son la entidad más poderosa del mundo. Tienen el poder de convertir al inocente en culpable y al culpable en inocente, y ese es el poder. Porque controlan las mentes de las masas”.
Los medios estadounidenses tienen una relación simbiótica con el gobierno, y especialmente con las agencias de inteligencia como la CIA, que actúan en nombre de Wall Street y de las grandes corporaciones. Los espías estadounidenses filtran historias de forma selectiva a los periodistas, controlando las narrativas de la prensa para servir los intereses económicos de la élite.
Las principales publicaciones de noticias frecuentemente promueven historias basadas en acusaciones endebles hechas por funcionarios anónimos del gobierno de EEUU, sin evidencia concreta. De esta manera, el estado de seguridad nacional de EEUU puede difundir propaganda y noticias falsas para demonizar y desestabilizar a los adversarios de Washington.
Esto no es periodismo; es la guerra de la información. Pero las grandes corporaciones de medios están dispuestas a aceptarlo, porque se benefician de ello.
Los principales medios de comunicación tienen una puerta giratoria con el gobierno de EEUU, y son propiedad de oligarcas milmillonarios que tienen grandes contratos con agencias gubernamentales de EEUU.
El importante periódico el Washington Post, por ejemplo, es propiedad personal de Jeff Bezos, el hombre más rico de la Tierra. Bezos es el fundador de la megacorporación Amazon, que tiene contratos por valor de miles de millones de dólares con la CIA, el Departamento de Defensa y la Agencia de Seguridad Nacional (NSA).
La larga historia de los medios de difundir noticias falsas para justificar las guerras estadounidenses
El pueblo norteamericano ha perdido la confianza en los medios en gran parte debido a su larga historia de difundir propaganda descarada y noticias falsas para justificar las guerras de agresión de Estados Unidos.
La historia de los medios de mentir en defensa de las guerras estadounidenses se remonta a los comienzos del país. Los periódicos racionalizaron el genocidio y la limpieza étnica de los pueblos indígenas por parte de los colonialistas europeos al afirmar que los nativos eran “bárbaros” e “incivilizados”.
En la guerra de 1898 entre el imperio español y el recién emergente imperio estadounidense, los medios norteamericanos promovieron historias falsas para justificar la colonización de Cuba, Puerto Rico y Filipinas por parte de Washington. Esta propaganda llegó a conocerse como el famoso “periodismo amarillo”.
Cuando Estados Unidos lanzó dos bombas nucleares sobre Japón en 1945, matando a cientos de miles de civiles, los principales medios de comunicación se apresuraron a defender el crimen de lesa humanidad.
Los principales periódicos afirmaron falsamente que el bombardeo atómico era necesario para poner fin a la guerra, a pesar de que la propia Encuesta de Bombardeo Estratégico del gobierno de EEUU admitió que esto era falso y que el imperio japonés se habría rendido incluso sin el ataque nuclear.
El New York Times publicó un artículo evidentemente ridículo titulado “No hay radiactividad en las ruinas de Hiroshima”. El respetado medio se hizo eco obedientemente de un general estadounidense que “negó categóricamente que [el ataque nuclear] produjera una radiactividad peligrosa y persistente”.
Luego, cuando el imperio estadounidense trató de justificar sus guerras de tierra quemada en el Sudeste Asiático en la década de 1960, los medios de comunicación se hicieron eco de las afirmaciones falsas de Washington de que los comunistas vietnamitas supuestamente habían atacado a las fuerzas estadounidenses en el golfo de Tonkin. Pronto se demostró que esto era falso; en realidad fue un acto de provocación estadounidense.
En la década de 1980, los medios estadounidenses culparon absurdamente al gobierno sandinista de Nicaragua por las atrocidades cometidas por la Contra, las pandillas derechistas patrocinadas por la CIA que libraban una guerra terrorista contra el Frente Sandinista.
Un exlíder de la Contra, Edgar Chamorro, admitió que la Contra era “un ejército delegado controlado por el gobierno de Estados Unidos”, y la describió como un “títere de la Agencia Central de Inteligencia” que masacraba y torturaba a civiles en una “política premeditada para aterrorizar a los civiles no combatientes para que no cooperaran con el Gobierno”.
Mientras que los medios de comunicación estadounidenses acusaron falsamente a los sandinistas de dañar a los civiles, Edgar Chamorro escribió que los “‘contras’ respaldados por la CIA queman escuelas, casas y centros de salud tan rápido como los sandinistas los construyen”.
Esta estrategia estadounidense de lavado de la guerra de la información a través de la prensa continuó en 1990, cuando Irak invadió Kuwait. Los medios estadounidenses difundieron rápidamente noticias falsas que afirmaban que los soldados iraquíes habían sacado a los bebés kuwaitíes de las incubadoras y los habían dejado en el suelo para que murieran.
Esto fue una completa mentira, pero se usó para justificar la guerra de EEUU contra Irak en 1990 y 1991. La fabricación se originó con la hija del embajador de Kuwait, quien difundió la afirmación falsa en su testimonio ante el Congreso de EEUU, que la identificó simplemente como Nayirah, sin revelar sus lazos familiares.
Poco más de una década después, Washington libró otra guerra contra Irak. En el período previo a la invasión ilegal liderada por Estados Unidos en 2003, los medios de comunicación difundieron historias falsas sobre el líder iraquí Saddam Hussein, que supuestamente albergaba “armas de destrucción masiva” (WMD).
También se demostró que esta teoría de la conspiración de los WMD era totalmente falsa. Pero casi ningún periodista que difundió las afirmaciones falsas del gobierno de EEUU fue castigado o enfrentó consecuencias profesionales. Esto se debe a que estaban sirviendo obedientemente los intereses de la maquinaria de guerra de Washington, y es el verdadero papel de los medios.
Durante la guerra de la OTAN contra Libia en 2011, la prensa volvió a repetir historias falsas, afirmando que el líder Muammar Gaddafi les dio Viagra a sus soldados y les ordenó agredir a las mujeres. Esto fue una mentira descarada.
Del mismo modo, en la guerra subsidiara de Occidente en Siria, que comenzó en 2011, los medios de comunicación difundieron informes falsos que culpaban al gobierno de Damasco de las atrocidades que en realidad cometieron los insurgentes extremistas salafistas respaldados por la CIA.
Algunas de estas falsedades en la guerra de Siria fueron expuestas por el periodista Seymour Hersh, ganador del famoso Premio Pulitzer. Sin embargo, a pesar de sus impresionantes credenciales, Hersh ha sido básicamente incluido en la lista negra de los medios corporativos, porque dañó la reputación del imperio estadounidense. Los principales medios ahora se niegan a publicar al renombrado reportero.
Más recientemente, los medios de comunicación estadounidenses fueron expuestos por publicar historias falsas sobre el llamado Síndrome de La Habana, una condición médica imprecisa que supuestamente afecta a los espías y diplomáticos estadounidenses. Los medios afirmaron, sin ninguna evidencia, que Rusia, China y/o Cuba estaban atacando a funcionarios estadounidenses con armas futuristas de “energía dirigida”. La CIA admitió más tarde que esto era falso.
Los medios de comunicación difundieron otra ridícula teoría de la conspiración durante la administración del presidente estadounidense Donald Trump. La prensa afirmó ridículamente durante años que Trump era un títere de Moscú y que el Kremlin supuestamente lo había ayudado a ganar las elecciones presidenciales de 2016. Nunca se presentaron pruebas concretas, porque eran falsas.
Este escándalo llegó a ser conocido popularmente como “Russiagate”. La historia falsa fue desacreditada sin cesar. Pero tuvo un efecto masivo en la política estadounidense, y todavía hoy muchas figuras de los medios que repiten el mito absurdo de que Trump era un activo ruso.
Rusia es uno de los chivos expiatorios favoritos de los medios estadounidenses. En 2020, la prensa apuntó a Moscú con otra campaña de noticias falsas. Docenas de los principales periódicos publicaron informes falsos, basados en afirmaciones sin fundamento de funcionarios anónimos de la CIA, de que Rusia estaba pagando a militantes talibanes para matar a los soldados estadounidenses que habían estado ocupando su país durante dos décadas.
Se demostró, una vez más, que esta historia era una falsedad, pero solo después de que tuvo el impacto previsto de bloquear temporalmente la retirada de las tropas estadounidenses de Afganistán.
Hoy, en la actual guerra subsidiaria de EEUU contra Rusia en Ucrania, los medios occidentales han aumentado su difusión de noticias falsas para demonizar a Moscú.
Los principales periódicos difundieron la afirmación falsa de que Rusia mató a soldados ucranianos en la Isla de las Serpientes. Muchos medios se hicieron eco del mito de un virtuoso piloto ucraniano conocido como el “Fantasma de Kiev”, celebrándolo como un héroe, cuando en realidad no existía. Algunos medios importantes incluso publicaron imágenes de videojuegos y afirmaron que mostraban a Rusia atacando a Ucrania.
Los principales medios de comunicación mienten sobre los golpes de estado patrocinados por EEUU
Cualquier periodista independiente en Estados Unidos que desafíe las mentiras de los principales medios de comunicación es demonizado y vilipendiado.
El New York Times me atacó personalmente porque informé sobre el hecho histórico de que Estados Unidos patrocinó un violento golpe de estado en Ucrania en 2014.
Una grabación filtrada de una llamada telefónica entre la alta funcionaria del Departamento de Estado, Victoria Nuland, y el embajador de Estados Unidos en Ucrania, Geoffrey Pyatt, prueba que estaban planeando el golpe contra el gobierno elegido democráticamente de Ucrania.
Pero a pesar de este hecho innegable, el New York Times me calumnió en un artículo irresponsable y difamatorio, alegando que estaba difundiendo “teorías de conspiración” e insinuando que supuestamente estoy colaborando con China y Rusia.
Cada vez que Estados Unidos lleva a cabo un golpe de estado, los principales medios de comunicación actúan como el perro faldero leal de Washington, difundiendo afirmaciones falsas para justificar su agresión.
Cuando la CIA en 1973 derrocó al presidente socialista que fue elegido por el pueblo de Chile, Salvador Allende, la prensa publicó historias falsas para justificarlo y retratar falsamente el golpe como un levantamiento popular.
Los medios utilizaron las mismas tácticas de la guerra de la información para justificar el golpe de estado planeado por la CIA de 1953 contra el líder democrático de Irán, Mohammad Mosaddegh, porque trató de nacionalizar el petróleo de su país, desafiando los intereses de los capitalistas británicos y estadounidenses.
Todavía hoy, vemos las mismas tácticas de propaganda. Cuando el gobierno de EEUU y los extremistas de derecha que patrocinó en Nicaragua intentaron en 2018 derrocar violentamente al gobierno que fue elegido democráticamente por el pueblo, los medios de comunicación, tanto en inglés como en español, insistieron en que el golpe violento era en realidad “protestas pacíficas”.
La prensa culpó falsamente al gobierno de Nicaragua por todas las muertes durante el intento de golpe, ignorando el hecho de que un gran número de las víctimas eran personas que apoyaban al Frente Sandinista o miembros de los servicios de seguridad que fueron asesinados por los fanáticos golpistas.
De manera similar, los medios jugaron un papel clave en el golpe de estado de extrema derecha respaldado por Estados Unidos en Bolivia en noviembre de 2019. La prensa trató de justificar el derrocamiento violento del presidente socialista Evo Morales afirmando falsamente que manipuló las elecciones que ganó.
Este mito se originó con la Organización de los Estados Americanos (OEA), un instrumento político de Washington, que ayudó a patrocinar el golpe antidemocrático de Bolivia. Las falsas acusaciones de la OEA fueron obedientemente difundidas por los medios de comunicación. Pero estas mentiras fueron luego completamente desacreditadas por destacados académicos.
La razón por la que los principales medios de comunicación continúan difundiendo estos informes falsos, basados en afirmaciones sin evidencia de funcionarios anónimos del gobierno de EEUU, es precisamente porque ayudan a promover los intereses de la política exterior de Washington. Para las élites estadounidenses, el hecho de que las historias sean falsas es irrelevante.
La reputación profesional de los periodistas corporativos no se ve afectada porque cumplen su papel político como agentes de la guerra de la información, al servicio del imperio estadounidense y de los oligarcas capitalistas milmillonarios que son los mismos dueños de los medios y dictan la política del gobierno estadounidense.
Pero para el público norteamericano, cada año se ha vuelto más claro que los medios nos están mintiendo.
Los norteamericanos no confían en las instituciones políticas estadounidenses
Estados Unidos afirma ser un modelo de la “democracia” y “libertad”, defendiendo el llamado “orden basado en reglas” – en el que Washington hace las reglas y ordena a todos. Pero la realidad es que muchos estudios científicos prueban que ese régimen estadounidense es profundamente antidemocrático e impopular.
La desconfianza general que los norteamericanos tienen en los medios es síntoma de una falta de fe generalizada en el autoritario sistema político estadounidense.
Una encuesta de junio realizada por Gallup encontró niveles asombrosamente bajos de confianza en el régimen de EEUU. Solo el 2% de los norteamericanos cree que su gobierno hace lo correcto “casi siempre”, y el 19% cree que hace lo correcto “la mayor parte del tiempo”.
Muchos de estos resultados caen en líneas partidistas. Los liberales tienen confianza en el Partido Demócrata y son escépticos con los republicanos, mientras que los conservadores tienen fe en el Partido Republicano y no creen en los demócratas.
Este partidismo extremo en Estados Unidos es en parte resultado del condicionamiento de la prensa. Los medios de comunicación estadounidenses siguen obedientemente las líneas de uno de los dos partidos corporativos, los demócratas o los republicanos.
Aunque estos dos partidos son casi idénticos en su política exterior belicista y su política económica neoliberal, están en la garganta del otro. Estos partidos dominantes, que representan a las grandes corporaciones, se pelean constantemente por cuestiones culturales para distraer al público estadounidense de los problemas más importantes que afectan directamente sus vidas.
Los norteamericanos también tienen muy poca fe en las otras instituciones que conforman nuestra sociedad profundamente antidemocrática.
Solo el 7% de los norteamericanos tiene confianza en el Congreso, el 14% en el sistema de justicia, el 14% en las grandes empresas, el 23% en la presidencia, el 25% en la Corte Suprema, el 26% en las grandes empresas tecnológicas y el 45% en la policía, según otro estudio de Gallup.
Irónicamente, una de las únicas instituciones estadounidenses en las que se confía es el ejército, que constantemente libra guerras ilegales en todo el mundo, con unas 800 bases en el extranjero.
Esta falta generalizada de confianza en las instituciones de Estados Unidos es producto de su modelo ultracapitalista.
EEUU es una sociedad profundamente individualista y consumista, en la que el libre mercado y las ganancias capitalistas se valoran por encima de todo. Esto ha llevado a una cultura atomizada en la que muchos norteamericanos se sienten desesperanzados, deprimidos y solos. Hay muy poca solidaridad y empatía por las muchas personas que sufren de pobreza y falta de vivienda.
La corrupción es rampante y sistémica en Estados Unidos. La Corte Suprema dictaminó que las corporaciones son legalmente consideradas personas. Esto significa que no hay límite a la cantidad de dinero que las grandes empresas y los oligarcas capitalistas milmillonarios pueden gastar en política.
En otras palabras, el soborno es esencialmente legal en el sistema político estadounidense. Y los candidatos que tienen más dinero casi siempre ganan las elecciones.
En el ciclo electoral de 2016, ganó el 95,41% de los candidatos a la Cámara de Representantes de EEUU que gastaron más dinero, mientras que ganó el 85,29% de los candidatos al Senado con más fondos.
Según cualquier definición consistente de la palabra, este sistema no puede ser considerado una democracia. Es una oligarquía antidemocrática y una plutocracia – un régimen gobernado por los ricos.
Si bien Estados Unidos se presenta a sí mismo como el paradigma de la democracia y la libertad, varios estudios científicos realizados por expertos académicos muestran que es todo lo contrario: EEUU es una oligarquía autoritaria dirigida por un pequeño puñado de capitalistas ricos, plagada de violencia sistemática brutal, represión masiva y el racismo estructural.
Sin embargo, el imperio estadounidense busca imponer su modelo antidemocrático por todo el mundo. Washington gasta miles de millones de dólares respaldando a dictaduras corruptas de derecha y financiando grupos de oposición neoliberales que usan la violencia y otras tácticas extremistas para desestabilizar a gobiernos extranjeros independientes – especialmente estados socialistas o nacionalistas que usan sus recursos naturales para beneficiar a sus poblaciones en lugar de las corporaciones occidentales.
Washington hace esto porque la oligarquía estadounidense, los ricos capitalistas que realmente controlan el gobierno, quieren explotar los recursos y la mano de obra del Sur Global, para mantener su sistema autoritario.
Estos son los mismos plutócratas que son dueños de la prensa. Y utilizan sus medios de comunicación para difundir propaganda y noticias falsas para engañar al público y promover sus intereses económicos.
Las encuestas muestran que la mayoría de las personas en Estados Unidos pueden ver esta estafa claramente. Pero debido a que el sistema estadounidense es tan antidemocrático y represivo, los trabajadores norteamericanos no tienen opción de cambiarlo.